Sin sede fija para el torneo continental, el Estadio Nacional recibió el compromiso que contó con Jorge Aravena como estelar gracias a sus dos anotaciones.
Para la edición de 1983 de la Copa América, La Roja presentó una plantilla renovada con solo jugadores del medio local y bajo la dirección técnica de Luis Ibarra. Así, los nacionales recalaron en el Grupo A, junto a Uruguay y Venezuela, en un formato de torneo que no tuvo un país organizador, por lo que los compromisos fueron programados en duelos de ida y vuelta, incluida la fase grupal.
En la fecha inaugural, los nacionales cayeron ante la “Celeste” (1-2), por lo que el cotejo ante los venezolanos en Santiago era clave para aspirar a semifinales.
Ante ese escenario, Ibarra dispuso de un 4-3-3 con énfasis ofensivo con Roberto Rojas en el arco; Rubén Espinoza, Marcelo Pacheco, René Valenzuela y Alejandro Hisis en defensa; Luis Rojas, el capitán Rodolfo Dubó y Jorge Aravena en el mediocampo; Óscar Herrera, Óscar Arriaza y Juan Carlos Orellana en ataque.
La primera fracción tuvo a La Roja siendo superior. A los 23’, Arriaza abrió la cuenta aprovechando una habilitación hacia el centro del área, y dos minutos después fue el turno de Dubó de ampliar el marcador a través de un golpe de testa.
La contundencia de Chile se hizo patente cuando a los 35’ “Mortero” Aravena despachó un tiro libre a un rincón del arco. El 3-0 le permitió a La Roja irse al descanso con tranquilidad.
En la segunda etapa, a los 51’ una jugada coordinada por la banda diestra dejó en posición de remate a Espinoza para marcar el 4-0.
Tras ello, Chile siguió buscando el arco rival, aprovechando los espacios que la zaga venezolana dejaba, y así fue como a los 83, Aravena convirtió su segunda cifra personal vía golpe de cabeza. La anotación selló un contundente 5-0 a favor de La Roja, que la puso en camino para disputar la clasificación frente a Uruguay en las siguientes jornadas.