El portero y capitán de la escuadra nacional contestó las preguntas de La Roja sobre sus comienzos en el arco y la vida de un futbolista profesional.
Una vez finalizada la participación de Chile en la Copa América, los seleccionados volvieron a nuestro país para realizar la cuarentena respectiva antes de volver a sus lugares de origen. Uno de ellos es Claudio Bravo, el guardametas y capitán de la Selección, quien se tomó el tiempo para conversar con Felipe Ogrodnik, editor de LaRoja.cl, a través de las plataformas digitales de la escuadra nacional.
¿Cómo fueron tus inicios siendo portero?
Mis comienzos son de felicidad. El hecho de que me gustara desempeñarme en esta posición me hacía feliz, de sentirme importante dentro del campo. Jugaba en una posición que nadie quería, y por ello también significaba otro color y una responsabilidad distinta. Eso fue lo que me llamó la atención. El hecho de que hubiera gente alrededor mío que le tuviera miedo al puesto, a los errores, a los pelotazos, me enganchó.
¿Quién era tu referente?
Todo esto nace por mi padre. Él siempre fue el precursor para que siguiera por esta vía. Siempre los regalos fueron un balón, zapatos de fútbol, guantes y camisetas de arquero. Puede que haya sido más un deseo de él que mío en algún momento, pero eso también dice mucho del acompañamiento, de lo que necesitan los chicos para poder llegar a otros niveles. Que tengan al lado a las personas adecuadas, que estén bien acompañados; eso para mí fue fundamental. Tener a mi familia cerca, a un padre pendiente, quien iba conmigo a donde tuviera que estar.
¿Qué rol juega la familia en el crecimiento de un futbolista?
Es sumamente valioso. En mi caso, yo comprendí a cierta edad cuál era el camino en mi vida, y era dedicarme de lleno al fútbol. Todo esto por la sencilla razón de que no quería que todo el tiempo que se había invertido en mí se perdiera. Tenía que retribuirlo de alguna manera, logrando algo. Hacer una carrera como futbolista profesional y alcanzar los máximos niveles posibles, lo cual me lo propuse de bien pequeño. Esto también va ligado a la madurez de cada uno, y a los 14 años -cuando empecé- era complicado. Tenía que decidir si seguía por el camino de las amistades y probando otro tipo de cosas, o dedicarme de lleno a esto, el cual era un sueño familiar y personal; y mi trabajo a futuro. Lo asumí muy joven, y por ello también me tocó sufrir mucho. El día de hoy, ya con la carrera hecha, me llena de satisfacción haber tomado una buena decisión.
¿Cómo se vive la exigencia de ser portero en los primeros años?
Mis primeras experiencias no fueron buenas, tanto en Colo Colo como en la Selección. En el primero, me tocó entrar cometiendo un error. Pero eso significa también que detrás hay carácter, trabajo, disciplina, y muchas razones por las cuales uno no debe bajar los brazos y seguir manteniendo los deseos de hacer las cosas de buena manera. También hay que saber aprovechar las oportunidades: quizás me equivoqué en un comienzo, pero luego a la segunda o tercera supe cumplir. Esas son las enseñanzas que te deja la vida y este trabajo.
¿Cómo es tu relación con los porteros más jóvenes de La Roja?
Ayudar. En ese sentido, yo siempre trato de colaborar de la mejor manera posible. Trato de traspasarles mi experiencia, lo que uno les puede ir corrigiendo y ayudando, siempre con el respeto que se merece cada uno. Tengo también contacto con los porteros del medio local. Siempre con la idea de poder ayudar. Creo tener las herramientas para poder hacerlo y echarles una mano, sería egoísta de mi parte no hacerlo.
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